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La Religión de la Naturaleza, tronco único de cuantas religiones ha inventado el hombre, se ve hoy encubierta tras los velos sucesivos que sobre ella han ido echando estas religiones, y la Verdad Primitiva, el Templo sepultado que diría Maeterlinck, yace oculta tras de esos múltiples velos o re-velaciones, como la yema del árbol bajo su pérula invernal, o como la verdad trascendente bajo el simbolismo que la recubre. De aquí la importancia que entraña para la Filosofía Natural el estudio crítico y desapasionado de los simbolismos de las religiones conocidas y de aquí también el objeto de este libro. Desde el altísimo punto de vista de la Religión de la Naturaleza, las religiones más antiguas y veneradas: paganismo primitivo, jainismo, zoroastrismo, brahmanismo, buddhismo, mosaísmo, sintoísmo, cristianismo y mahometismo, son meras fábulas morales, dadas como ejemplo de conducta a la masa humana, al "gran rebaño", por sus "pastores" o sacerdotes, a título de un simbolismo, oculto tras la trama fabulosa, y que encierra siempre en una u otra forma una verdad natural, una enseñanza científica llamada a salir de nuevo a la luz del día por el esfuerzo del teósofo o sea, como dicen también las primeras líneas de otra obra de H. P. B.: La Clave de la Teosofía, de aquel investigador ecléctico, armonista, analogista, "filaleteo" o amante de la verdad, que, aspirando ya a levantar con su esfuerzo aquellos velos de las religiosas velaciones y re-velaciones, -Velo de Isis- busque, como buen filósofo, la verdad primitiva y perdida que antaño fuera ocultada bajo "rosados cuentos de niños", como los llama la Maestra, y después monopolizada por los sacerdocios como arma de dominación y de necromantes egoísmos.