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En 1984, los fiscales Carlos Jiménez Villarejo y José María Menapresentaron una querella por supuesto desvío de fondos contra variosdirectivos de Banca Catalana, entre los que se encontraba Jordi Pujol. En concreto, se les acusaba de la compra irregular de valoresinmobiliarios, con dinero de la caja B, para financiar distintasoperaciones gravosas para la entidad, que terminó siendo intervenidaen 1982. Los fiscales también sostenían que Pujol y el resto deconsejeros se habían repartido más de 105 millones de pesetas endividendos entre 1974 y 1976, cuando el banco ya tenía importantespérdidas.El entonces presidente catalán atribuyó la acción del ministeriofiscal a una «jugada indigna» del PSOE, que gobernaba entonces enEspa?a, tal como clamó Pujol ante una masiva manifestación de apoyoincondicional organizada de forma no muy espontánea. Sin embargo, Pere Ríos sostiene en este libro que, pese a sus reiteradas declaracionesen contra, Pujol y sus allegados sí se enriquecieron con BancaCatalana. Y que, de hecho, es ahí, con ese banco supuestamente creadopara «hacer país», donde se comienza a forjar el patrimonio de losPujol, es decir, cuando arranca esa historia que tuvo un punto yaparte explosivo el 25 de julio de 2014, el día que Jordi Pujolconfesó una supuesta herencia de su padre que mantuvo oculta durantemás de tres décadas a la Hacienda espa?ola.